martes, 6 de septiembre de 2011

EL MINISTERIO PATERNAL Por José O. Telmo

“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” (Efesios 6:4; Colosenses 3:21)
“Plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo”, reza el dicho. Para plantar un árbol no hay límite de edad ni es necesario ser un destacado intelectual, pero igual tiene sus dificultades si queremos que pasado el tiempo siga en pie. Para escribir un libro ya se requiere mucho más trabajo si aspiramos sea leído con provecho y apreciado por su contenido, pero aún así es posible lograrlo tras duro esfuerzo. Pero tener un hijo -y que salga bueno- ya es algo muy distinto. A eso lo he denominado “el ministerio paternal”.
Dirijo estas líneas a padres que, como mi esposa y yo, creemos en Jesucristo como nuestro Salvador y Señor, que reconocemos a La Biblia como Palabra de Dios, y que hemos experimentado el nuevo nacimiento por obra y gracia del Espíritu Santo. Debemos ser buenos cristianos hasta para ser padres, ¿no? Y de entrada aclaremos: cuando se es padre, se lo es para siempre. Y daremos cuenta a Dios de ello.
Criar una hija o un hijo es una bendición hermosa pero, al mismo tiempo, es una responsabilidad grandiosa. Tarea como pocas de la cual podemos auxiliarnos con una abuela sabia, una tía cariñosa, una maestra dedicada y hasta quizás, el apoyo de queridos hermanos en la fe. Algunos padres más diligentes, leen buenos libros al respecto y otros, ¡asisten a cursos! Quienes son padres saben que demanda muchísimo esfuerzo. Es un verdadero ministerio, un servicio con todas las letras.
Criar bien es tanto un arte como una ciencia. Muchas veces me pregunté como hizo mi madre para criar a cinco hijos, todos seguiditos en edad. Tres inquietos varones y dos mellizas demandantes. Variados en carácter, distintos en necesidades, diferentes en gustos. ¿Cómo logró sobrevivir a tamaña misión? Nos dio lo mejor que tenía: su tiempo. Pero aún fue más allá, nos dio su vida. Mi emocionado homenaje a la querida vieja.
Como nadie llega a ser madre o padre sabiéndolo ser, cometemos muchos errores. En ocasiones nos deslizamos rápidamente de criar bien a malcriar mucho. De allí la exhortación de “no provoquéis a ira a vuestros hijos” o “no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten”. Los hijos tienen berrinches ¡y los padres también! Lo grave es que los volcamos sobre ellos. Los hijos son desobedientes, y nosotros muchas veces negligentes. Lo triste es que no lo reconocemos. Los hijos son hermosos y los padres … Bueno … Hacemos lo que podemos. Por eso cometemos muchas “hijolatrías”. Y así nos salen: caprichosos y consentidos. Es hora de asumir seriamente nuestro rol paternal. Es un verdadero ministerio.
Como todo ministerio, el paternal tiene algunas consignas que es bueno que repasemos. Tomamos solamente el texto de cabecera para esta ocasión.
1- El mandato. “criadlos”. La orden divina es clara e ineludible para ambos padres. Es una tarea que debe desempeñarse porque Dios lo dice. Tan importante como eso. No criamos a nuestros hijos porque los queremos (aunque es así) sino que además Dios nos dice que lo hagamos. No se trata sólo del hecho de traer hijos al mundo y que los demás se encarguen de los mismos. Hay que ocuparse de cada uno de ellos. Nuestro deber primario no es exclusivamente el de alimentarlos, vestirlos, cuidar de su salud, darles buenos consejos, protegerlos de los peligros, etc. Es eso y mucho más. Además hay que inculcarles valores, hábitos sanos, habilidades útiles, vocabulario apropiado, conocimientos amplios, pensamientos nobles, ideales bíblicos, socializarlos cristianamente. Y eso exige mucho trabajo, paciencia, constancia, ingenio, firmeza y abundante amor. ¿Quién es suficiente para ello? Nadie. Necesitamos la asistencia de Dios, ser instruidos en La Palabra y nos obliga a una vida de oración. Si terminamos física y psicológicamente cansados al fin del día por ocuparnos de nuestros hijos, estamos bien orientados. Criar hijos es dedicarles tiempo, implica mucho esfuerzo y valentía. Insistimos: los hijos no los cría el paso de los años, requiere trabajo.
2- El mecanismo. “en disciplina y amonestación”. Cuando se le preguntó a un especialista sobre el estado de los niños en la actualidad, su respuesta fue contundente: “los chicos padecen de aburrimiento fácil y descontento crónico”. ¿Tan mal estamos criando a nuestros hijos? ¿Lo pensaron? El texto nos da una pista para superar tal descripción: disciplina y amonestación.
a. Disciplina traduce el término griego paideia. También indica instrucción elemental, entrenamiento en comportamiento y corrección de malos hábitos. ¿Estamos efectuando asiduamente esto con nuestros hijos?
b. Amonestación traduce el término nouthesía. También apunta a llamar la atención reflexivamente, advertir sobre dificultades e impartir conocimiento. ¿Lo hacemos cotidianamente con nuestros hijos?
El ministerio paternal cuenta con estas herramientas: actuar y hablar. Confiemos en la gracia de Dios para ser consecuentes padres en la tarea de criar nuestros hijos. Pensemos qué técnicas aplicar en la crianza en cada caso, ya que no son todos iguales. Busquemos en La Biblia capacitación. A nosotros nos resultó provechoso el libro de Proverbios. No olvidemos el ejemplo, vieja técnica exitosa.
3- El modo. “en el Señor”. Los padres cristianos debemos adoptar una filosofía cristiana de crianza. Eso quiere decir “en el Señor”. Es un ambiente espiritual donde Dios gobierna, quien dicta las reglas y contenidos de la educación y cultura general de nuestros hijos. Debemos encarar esta tarea en conformidad con el carácter de Dios: santa, sabia y amorosamente. No es posible mezquinar esfuerzos. Le confieso que al menos a nosotros, no nos resulta fácil. ¿Qué hacemos? Volvemos a empezar bajo la tutela de La Palabra, orando por dirección divina y confiando la vida de nuestros hijos a Su Providencial cuidado.
Hagamos la decisión solemne y el compromiso permanente de criar a nuestros hijos a la manera de Dios. Contamos con su bendición. ¡Y que Dios nos ayude!

No hay comentarios:

Publicar un comentario