jueves, 12 de noviembre de 2009

EL LIDER CRISTIANO, UN SIERVO DE DIOS por José O. Telmo

Intento volcar aquí una serie de lecturas que realicé sobre el tema del liderazgo cristiano hechas hace bastante tiempo pero que siguen teniendo la validez debido a su oportuno contenido. Fue dirigida inicialmente a líderes de adolescentes y jóvenes pero que por su tenor, bien pueden ser aplicadas a todos aquellos que desempeñan funciones con responsabilidad pública entre el pueblo de Dios. Con algunas modificaciones y actualizaciones obligatorias, las ofrezco rogando a Dios que puedan resultar de provecho como lo fueron para mí.
Por José Omar Telmo

I. INTRODUCCION

No sé por qué extraña razón muchos creyentes piensan que el estudio de la teología es algo tan abstracto que no resultará en utilidad alguna para el que desea servir a Dios. Oponen la tarea ministerial a la reflexión teológica y la pasión del servicio a la actividad intelectual. Mi pensamiento es que esos asuntos son necesarios conjuntamente y conviven perfectamente. Exhibo como prueba de ello la vida y obra del apóstol Pablo.
Si de algo nos va a servir la teología es que nos permita vivir según la piedad cristiana y en el centro de la voluntad de Dios. Si nos ofrece algo menos que eso, no es digna materia de ocupación del creyente en Cristo.
Pero he aquí la formación en teología debe ser de naturaleza espiritual, enfatizando la santidad progresiva y la manifestación creciente del fruto del Espíritu Santo. Nos atrevemos a afirmar que otra clase de mujeres y hombres no están en la mente de Dios. Me permito compartirles mi visión sobre la formación de los líderes en esta breve reflexión apuntando al corazón del tema, dejando para una mejor ocasión consideraciones más extensas.


Dame un hombre de Dios, un hombre,
Cuya fe sea la que dirija su mente,
Y enderezaré todos los errores
Y bendeciré el nombre de toda la humanidad.

Dame un hombre de Dios, un hombre,
Cuya lengua esté ungida con fuego del cielo,
Y haré arder oscuros corazones
Con gran resolución y limpio deseo.

Dame un hombre de Dios, un hombre,
Un poderoso profeta del Señor,
Y yo traerá paz sobre la tierra,
Conseguida con oración y no con espada.

Dame un hombre de Dios, un hombre,
Cuya visión sea verdadera,
Y yo reconstruiré vuestras ruinosas capillas
Y traeré las naciones a sus rodillas.

Dame hombres que igualen a mis montañas,
Dame hombres que igualen a mis valles,
Hombres con imperios en sus propósitos,
Hombres con épocas en su forma de pensar.

George Liddell (Traducción Carlos Egea)

II. DESARROLLO

Leía hace poco a Alberto F. Roldàn así: «Vivimos en un mundo caracterizado, entre otros factores, por la globalización, la posmodernidad y el pluralismo. Todo está sometido a cambios -como siempre ha sido en la historia- sólo con un detalle: los cambios, ahora, son más profundos y más vertiginosos.» La sociedad como organismo vivo que es, recurrentemente se enfrenta a distintas crisis. Actualmente una de las más severas que enfrenta es la del liderazgo. Dentro de "la casa de Dios" se sufre en mayor grado esta crisis. ¿Saben por qué? Porque la crisis de liderazgo es una crisis de carácter, de relaciones personales, de prioridades y de ética.
Continuamente oímos de problemas que esto genera. Quejas y críticas, rencillas y entredichos, desencuentros y rupturas se multiplican dejando una triste secuela de desánimo colectivo, indiferencia por la obra, apatía espiritual, enconos profundos difíciles de desarraigar; en definitiva, toda una sensación de fracaso e impotencia espiritual. La cuestión insoslayable es: ¿qué debemos hacer?
Un buen líder "súperhombre" es la solución, proclaman algunos. Otros predican que "Basta una buena organización disciplinada". También los hay que promueven "actividades novedosas" para mantener un atractivo engañoso. ¿Qué podemos hacer?
Nada de eso. La Biblia, la Palabra de Dios inerrante, infalible, eterna y autoritativa enseña que lo que Dios necesita son hombres y mujeres dispuestos, solícitos, que se entreguen en sus manos y El, entonces, hará la obra que tiene que hacer. Alguien lo escribió de esta forma: «En una gran medida, según la pureza y las perfecciones del instrumento será el éxito. No es tanto los grandes talentos lo que Dios bendice como la semejanza a Jesús. Un ministerio santo es un arma asombrosa en las manos de Dios.»
¿Hacen faltan los ejemplos bíblicos? Aquí van algunos. El más conocido y puesto en primer lugar generalmente es Nehemías. Nehemías es presentado en La Biblia como el hombre que comenzó, continuó y culminó una obra. Esa es la principal lección que hemos de aprender.
También tenemos estos ejemplos:
 Moisés = Éxodo 3 :10
 Josué = Josué 1:2ss
 Gedeón = Jueces 6:14
 Samuel = 1 Samuel 3 :10
 David = 1 Samuel 13 :14 y Salmo 89 :20
Y en el Nuevo Testamento se nos enseña que Cristo dio dones a los hombres y luego dio esos hombres dotados a su Iglesia. Hombres que voluntariamente se dieron primeramente al Señor y luego a su pueblo (Efesios 4:7-12; 2 Corintios 8:5; 3 Juan 7).
 Pablo = Hechos 9:5-6
 Timoteo = 1 Timoteo 4:12, 6:11, 2 Timoteo 4:5
 Tito = Tito 2:15
 Pedro y Juan = Hechos 1:15, 2:14, 3:1, 4:8,13
 Esteban y diáconos = Hechos 6:1-7, 15; 7:59-60
 Los apóstoles = Mateo 19:27
Si algo nos enseña estos textos, es que Dios está buscando a cierto tipo de hombre. Plugo a Dios hacer su obra con instrumentos humanos falibles pero perfeccionados por su trabajo disciplinario. Consideren los siguientes pasajes:
"Jehová se ha buscado a un varón conforme a su corazón" (1 Samuel 13:1).
"Hallé a David mi siervo; lo ungí con mi santa unción." (Salmo 89:2).
"Miré, y no había hombre" (Jeremías 4:25).
"Recorred las calles de Jerusalén, y mirad...si halláis hombre...que haga justicia que busque la verdad; y yo le perdonaré" (Jeremías 5:1).
"Y busqué entre ellos hombre...que se pusiese en la brecha" (Ezequiel 22:30).
"¿Por qué cuando vine, no hallé a nadie, y cuando llamé, nadie respondió? ¿Acaso se ha acortado mi mano para no redimir? ¿No hay en mí poder para librar?" (Isaías 50:2).
Sí, Dios está buscando una clase de hombre. Cuando Dios halla a un hombre que se ajusta a su carácter espiritual y que gustosamente paga el precio del discipulado, El lo usa hasta el máximo a pesar de sus defectos y limitaciones.
La necesidad más urgente de la iglesia, si ha de cumplir con su obligación en esta generación, es un liderazgo que sea autoritativo (porque la gente ama ser guiada por alguien que sabe adónde va y que inspira confianza), espiritual (porque un liderazgo que no lo es, puede ser plenamente explicado en términos naturales) y sacrificado (porque el modelo es la vida de nuestro Señor que se dio a sí mismo por todo el mundo).
El liderazgo es a menudo visto como el producto de dotes naturales, de rasgos de personalidad, capacidad intelectual, fuerza de voluntad, vigor y entusiasmo. Los líderes espirituales no son hechos por elección o nombramiento, no por hombres. Solo Dios puede hacer un líder. El liderazgo espiritual es cosa del Espíritu y únicamente conferido por Dios.
Los requisitos de Dios deben ser cumplidos en secreto antes de que El los honre en público. Y esto, ¿por qué? Porque los creyentes inmaduros hacen líderes ineptos. Por eso Dios los prueba primero.
En Hebreos 2:10 y 12:2 se nos muestra a “nuestro Señor Jesucristo como: El líder y exponente perfecto de la fe. El originó el principio de la fe (confianza) en Dios y El perfeccionó el desarrollo de la fe al renunciar a su gloria original, al humanarse, andar por la tierra como un ser dependiente y sobre todo al entregarse para morir en la cruz." En todo Cristo es el ejemplo supremo. Veamos estos otros textos:
"Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve." (Lucas 22:27 ).
"Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos." (Marcos 10:45).
¿Qué nos enseña?
Si algo nos enseña es que el líder desde el punto de vista bíblico no es uno a quien las personas siguen sino uno quien sirve a las personas. El líder no es señor de algunos sino siervo de todos. No importa el número de simpatizantes ni la clase de apoyo que recibe sino su actitud de servicio.
Nosotros hablamos de liderazgo pero Cristo habla de servicio. Es necesario repetirlo para entenderlo bien. El buen líder en las Escrituras no es evaluado por el número de seguidores sino por la calidad de su servicio, a quienes mejor sirve. Nosotros hablamos de genio político pero Cristo habla de humanidad transparente. Nosotros hablamos de importancia personal pero Cristo habla de humildad genuina. Nosotros hablamos de inteligente habilidad pero Cristo habla de honestidad absoluta. Hablamos distinto lenguaje. Manejamos distintos conceptos.
Cristo mismo ilustró con su vida la enseñanza. El vino a servir y dar su vida. Un siervo, no una celebridad. Nosotros en cambio sufrimos del "síndrome de la celebridad". Dios utiliza siervos no líderes. No se trata de una cuestión de palabras o de nombre, sino de actitud. En sus cartas Pablo se presenta como "esclavo" o "siervo" o a lo sumo como "apóstol de Jesucristo"; nunca como líder. Es más, en cierta parte él dice cómo los hombres deben llegar a ver a los líderes cristianos: "Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios." (1 Corintios 4:1). Nos está diciendo que el ministro de Dios está para ¡servir!, no para liderar.
No es que no haya líderes. Los hay, gracias a Dios por ello. El tema es que del punto de vista de Dios sólo se ven siervos, aunque del nuestro divisemos líderes. Pero nunca debemos olvidar el punto de vista divino, es el que importa.
Dios está buscando esa clase de hombres y mujeres que desea transformar en guías de su pueblo. Su Espíritu preparará el temple de ese escogido creyente según el horno de su prueba hasta que esté listo para un eficaz servicio. No nos engañemos, es el método de Dios. Ninguna otra cosa se puede emplear en su reemplazo: ni institutos por buenos que sean; ni cursos por rápidos que fueren; ni técnicas por fructíferas que resultaren. Es necesario armarse de tal pensamiento: sólo Las Escrituras dan una respuesta definitiva para formar esa clase de hombres que a la larga serán los utilizados por Dios tan poderosamente en beneficio de su iglesia y de la sociedad toda.
Un drama tras bambalinas se está desarrollando y como complacientes espectadores ignoramos el peligro que se está gestando. Una plaga silenciosamente se está propagando. ¿De qué estamos hablando sino del analfabetismo escritural que impide el crecimiento espiritual de los líderes, de sus familias y de las iglesias bajo su cuidado? En el altar de las ideas de moda sacrificamos las sagradas letras y obtenemos el pobre premio de un éxito pasajero. Hoy pan, mañana hambre. Nos resistimos a tomar de La Biblia el modelo para el liderazgo cristiano. Nos cuesta entender que es Dios quien llama a los hombres al liderazgo en nuestro tiempo y pocos de nosotros somos buenos líderes. De hecho, cuando estamos bajo ataque por una cultura que desafía la autoridad de Dios, nos vemos tentados a rendirnos rápidamente.
En palabras de don Horacio Alonso decimos que «la formación de un siervo es un acto de Dios». Los ejemplos citados más arribas respaldan la afirmación. Es un acto de Dios soberano y solo sabio. Como corolario de lo anterior podemos decir que cuando Dios levanta a un siervo suyo nadie podrá impedirlo. Pero el problema en esto es que en cierto modo nos rendimos a la presión de nuestro entorno en temas como el liderazgo y en vez de emplear el modelo bíblico, nos dejamos seducir por los buenos razonamientos del mundo. Optamos por las bien intencionadas conclusiones de hombres sin duda capaces pero carentes de formación bíblica y entonces, fallamos. La obra de Dios se hace a su manera o no se hace.
Un ejemplo lo tenemos en la adopción de algunos siervos de Dios de los principios del liderazgo de Rudolph Giuliani, quien expresa sus conceptos de esta manera: «Mi experiencia como fiscal de los Estados Unidos y los lamentables acontecimientos que he tenido que atravesar como alcalde de Nueva York, me demostraron que para ser un líder exitoso una persona debe tener seis principios básicos:
 Creencias y principios firmes que oficien de guía.
 Ser optimista y poseer aspiraciones frente a los problemas.
 Tener coraje. Esto no significa no tener miedo sino saber manejarlo.
 Estar preparado y capacitado para tomar decisiones en cualquier situación.
 Fomentar el trabajo en equipo, equilibrando fortalezas y debilidades.
 Comunicar de forma eficaz lo que espera de los demás.»
¿No son cosas correctas y que dicta el sentido común? Muy buenas por cierto pero ¿surgen del análisis del texto bíblico? ¿No sería mejor invertir tiempo para averiguar sus fundamentos en Las Escrituras? Veamos lo que espigaron otros hermanos indagando sobre el tema.
Aunque el liderazgo es una obra de Dios, Las Escrituras nos muestran que los cristianos participan en este proceso. Hay algo que Dios espera encontrar en ellos como respuesta a su gran amor. Algo central e imprescindible. Pronto se descubre en ese creyente que el Evangelio ha impactado su corazón, una transformación ocurrió en su vida, ha nacido una actitud nueva.

Ahora estamos en condiciones de mirar a las características de un buen líder:
 El hombre a quien Dios utiliza es aquel que tiene un solo gran propósito en su vida (1 Timoteo 4:15, Mateo 6:24).
 El hombre a quien Dios utiliza es aquel que, por la gracia de Dios, se ha desprendido de todo aquello que pueda trabar su vida. (Hechos 20:24, Filipenses 3:7-9)
 El hombre a quien Dios utiliza es aquel que se ha puesto totalmente a disposición de Dios. (Salmo 101:6, Juan 12:26)
 El hombre a quien Dios utiliza es aquel que ha aprendido a perseverar en la oración. (Colosenses 1:3, 1 Tesalonicenses 1:3, Efesios 6:18)
 El hombre a quien Dios utiliza es aquel que se dedica al estudio de su Santa Palabra. (Salmo 119:11, 1 Timoteo 4:13-15, Salmo 1:2, Romanos 7:22)
 El hombre a quien Dios utiliza es aquel que tiene un mensaje vivo que dar al mundo perdido. (2 Timoteo 4:1-2, Hechos 20:24, Romanos 10:14-15)
 El hombre a quien Dios utiliza es el hombre de fe, que espera ver resultados. (Gálatas 4:11,19; 1 Corintios 15:58, 1 Tesalonicenses 3:5-8)
 El hombre a quien Dios utiliza es aquel que actúa bajo la unción del Espíritu Santo. (Hechos 1:8; 6:3,5; Efesios 5:18, Deuteronomio 34:9).

«Alguien ha dicho que el estudio apropiado de la humanidad es el hombre. Es igualmente cierto que el estudio apropiado para los elegidos de Dios es Dios mismo. La ciencia más elevada, la especulación más encumbrada, la filosofía más vigorosa, que puedan jamás ocupar la atención de un hijo de Dios, es el nombre, la naturaleza, la persona, la obra, los hechos, y la existencia de ese gran Dios a quien llamamos Padre. El conocimiento acerca de Dios tiene una importancia crucial para el desarrollo de nuestra vida. Debemos procurar que el estudio de Dios nos lleve más cerca de El. Lo importante es conocer a Dios, no acerca de Dios. Hay diferencia entre conocer a Dios y el mero conocimiento acerca de Dios.»
Hemos sido hechos para conocer a Dios (Juan 17:3, Jeremías 9:23-24, Oseas 6:6, 2 Corintios 5:16). El conocer a Dios es cuestión de trato personal, tratar con Dios; es cuestión de compromiso personal, es una relación emocional, intelectual y volitiva. Pero especialmente es una cuestión de gracia, la iniciativa parte invariablemente de Dios. Lo que interesa por sobre todo es el hecho de que El me conoce a mí.
Para el hombre que conoce a Dios, las pérdidas que sufre y las "cruces" que lleve cesan de preocuparlo; lo que ha ganado sencillamente elimina de su mente dichas cosas. ¿Qué otro efecto tiene sobre el hombre el conocimiento de Dios sino la sublime recompensa de dialogar con el Ser más grande del universo?
He aquí algunas pruebas para evaluar nuestro conocimiento de Dios:
 Quienes conocen a Dios despliegan gran energía para Dios (Daniel 11:32). Los hombres que conocen a su Dios son antes que nada hombres de oración; y el primer aspecto en que su celo y su energía por la gloria de Dios se ponen de manifiesto es en sus oraciones. El fruto del verdadero conocimiento de Dios es la energía para obrar en pro de la causa de Dios, energía, ciertamente, que sólo puede encontrar salida y alivio para esa tensión interior cuando se canaliza mediante dicha clase de oración.
 Quienes conocen a Dios piensan grandes cosas de Dios (Daniel 4:5, 26 y 5:21). Daniel nos dice la verdad de ese gran Dios que domina la historia y nos muestra su Soberanía en actos de juicio y misericordia tanto para con los individuos como con las naciones, según su propia voluntad. ¿Podemos decir que este tremendo sentido de su Santa Majestad, de su perfección moral, y de su misericordiosa fidelidad nos mantienen humildes y dependientes, sobrecogidos y obedientes, como lo fue en el caso de Daniel?
 Quienes conocen a Dios evidencian gran denuedo por Dios (Hch.5:29, 20:24). "Atráeme, en pos de tí correremos" (Cant.1:4). Es el espíritu de todos los que conocen a Dios. Puede ocurrir que encuentren extremadamente difícil determinar el curso correcto de acción que deben seguir, pero una vez que están seguros lo encaran con decisión y firmeza. No les molesta que otros hijos de Dios no piensen como ellos y no los acompañen. Mirad a Josué, Elías, Juan el Bautista y el apóstol Pablo.
 Quienes conocen a Dios manifiestan gran contentamiento en Dios (Ro.8:18-39, Fil.4:11-12, 18; Sal.73:25). No hay paz como la paz de aquellos cuya mente está poseída por la total seguridad de que han conocido a Dios, y de que Dios los ha conocido a ellos, y de que dicha relación garantiza para ellos el favor de Dios durante toda la vida, a través de la muerte, y de allí en adelante por toda la eternidad. Solamente los que han buscado al Señor Jesús hasta encontrarlo son los que pueden pararse ante el mundo para dar testimonio de que han conocido a Dios.
Confesemos que mucho de nuestro liderazgo hoy es improvisado, superficial y un tanto egocéntrico. Confesémosle a Dios que ya no podemos seguir así. Ya es hora de que nos consagremos definitivamente a Él (Romanos 12:1-2), porque la gloria de la Persona que llama así lo requiere, porque la dignidad del ministerio así lo demanda y porque el tribunal de Cristo está próximo.
El liderazgo actual debe ser uno bien preparado, en todas sus facetas, dice Lucas Leys hablando de los cualidades de los líderes juveniles. ¿Acaso osamos aplicar algo menos para el resto del servicio cristiano?

III. ORACION DEL SIERVO DE DIOS

"Señor, no me pertenece a mí el cuidado
de si muero o vivo;
mi parte es amarte y servirte,
y esto debe darlo tu gracia.

Si la vida es larga, estaré contento
de que pueda obedecer mucho tiempo;
si corta...¿por qué habría de estar triste
de remontarme hacia el día interminable?"

IV. BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA
Alonso, Horacio A. "Avivamiento y plenitud del Espíritu Santo", LECSA, 1990.
“La formación de la generación futura”, Retiro de Ancianos y Colaboradores, Córdoba, material inédito, 1992.
Barber, Cyril J. "Nehemías: dinámica de un líder", Editorial Vida, 1990.
Campos, Oscar “Teología evangélica para el contexto latinoamericano”, Kairós Ediciones, 2004.
Cole, Edwin L. “Hombres fuertes en tiempos difíciles”, Editorial Betania, 1994.
Chafer, Lewis S. "El Hombre espiritual", Publicaciones Portavoz Evangélico, 1983.
Engstrom, Ted W. "Un Líder no nace, se hace", Ediciones Betania, 1980.
Giannelli, Américo “Liderazgo y trabajo en equipos”, PFByM, material de apoyo de clase, 2008.
Monroy, Juan A. “Hombres de fuego”, Editorial CLIE, 1979.
“La formación del líder cristiano”, Editorial CLIE, 1992.
Motyer, J. Alec "Construyendo con Dios: Nehemías", Ediciones Hebrón, 1980.
Nee, T.S.(Watchman) "El obrero cristiano normal", Ediciones Hebrón, 1979.
Orr, William W. "Como conocer la voluntad de Dios", Editorial CLIE, 1990.
Packer, James I. "Hacia el conocimiento de Dios", Logoi, 1979.
Rossier, H. "Estudio sobre el libro de Nehemías", Ediciones Bíblicas, 1981.
Rush, Myron D. "Liderazgo: Un enfoque bíblico a la administración", Editorial Unilit, 1985.
Sanders, J. Oswald "Liderazgo espiritual", Outreach Publications, 1980.
Smith, Oswald J. "El Hombre a quien Dios utiliza", World Literature Crusade Press, 1957.
Spurgeon, Charles H. "Discursos a mis estudiantes", Casa Bautista de Publicaciones, 1979.
Stott, John R.W. "Los desafíos del liderazgo cristiano", Ediciones Certeza Abua, 1990.
Swindoll, Charles R. “Cómo vivir sobre el nivel de la mediocridad”, Editorial Vida, 1990.
"Desafío a servir", Ediciones Betania, 1983.
Tozer, Arthur W. “La Búsqueda de Dios", Editorial Alianza-Christian Publications, Inc., 1977.

No hay comentarios:

Publicar un comentario