jueves, 12 de noviembre de 2009

Ser Sal y Luz - Por Américo Giannelli

La porción de Mateo 5:13-16 a la que nos hemos referir, completa las bienaventuranzas y brinda de esa manera una introducción al resto de sermón. Las parábolas de la sal y la luz son dos breves figuras que nos dan una idea de lo que el Señor Jesús espera de sus discípulos.

La expresión “vosotros sois”, indica claramente una responsabilidad para los discípulos de Cristo, ya que son ellos (y por extensión nosotros) los que deben exhibir virtudes que se asemejan a los efectos de estos dos elementos tan sencillos y cotidianos.

Teniendo en cuenta que las propiedades de la sal, dar sabor y preservar alimentos, y la de la luz, alumbrar, esto habla de la influencia que producen; es claro que el Señor nos esta hablando de que el carácter y el testimonio del cristiano (marcado por las bienaventuranzas) debe ser tal que deje un huella en la sociedad en la que vive.

Se dice que en la sociedad posmoderna en la que vivimos, que desecha ideologías y absolutos, el testimonio personal puede seguir siendo un argumento indiscutible para la evangelización. Lamentablemente vivimos un tiempo en que la iglesia no tiene ese impacto, ya que no siempre somos sal y luz, por lo menos en la medida que Jesucristo lo desea.

Si tuviéramos que enumerar algunos factores que nos ayudan a lograr este alto objetivo, podríamos identificar tres:

En primer lugar, el apego a las Escrituras. El estudio de la Biblia debe ocupar un lugar importante en la iglesia de hoy, recordemos que el varón bienaventurado del salmo 1, es aquel que “en la ley de Jehová está su delicia y en su ley medita de día y de noche”, es decir encuentra placer en la Palabra de Dios y además la tiene siempre presente en la mente y el corazón. También es bueno recordar que los creyentes tenemos la responsabilidad de anunciar la Palabra de Dios, y de hacerlo de manera acertada. Por eso pensamos que especialmente el liderazgo de la iglesia debe capacitarse para predicar la Palabra (2ª Timoteo 4:1-4). Es bien cierto que nadie puede dar lo que no tiene, nadie puede enseñar lo que no ha aprendido. En vista de la enorme responsabilidad que tienen, los pastores, los maestros, los líderes deben estudiar la Biblia en forma sistemática y completa.

En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, es fundamental considerar la ética bíblica, sobre esto podemos hallar distintas definiciones, una de ellas dice que: "es la ciencia de la conducta humana, tal como está determinada por la conducta de Dios". Es decir, la manera como impacta las leyes divinas y el accionar humano.

El apóstol Pedro escribe sobre ética bíblica y dice que: "Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo" (1ª Pedro 1:14-16). La ética habla de conducta, de acciones, en donde el patrón de medida o la regla confiable es Dios y su Palabra.

Es nuestra responsabilidad, tener una actitud de humillación y dependencia hacia la dirección del Espíritu y la Palabra para depender de la ella como norma confiable de conducta. El problema es que la gran mayoría de los cristianos sabemos más de lo que practicamos. Hemos progresado en la parte teórica solamente, sin embargo ese acto de humillación al que nos referimos, puede ayudarnos a pasar a la práctica de todos los días las enseñanzas que recibimos.

Debemos pensar que un liderazgo sin ética bíblica adolece de un problema doble, primeramente de falta de autoridad espiritual, ya que el siervo está en conflicto con el Señor, y eso es grave, pero también con la enseñanza que transmite, porque no la vive, por tanto cree en ella. En segundo lugar, el problema es la falta de autoridad en el ministerio, haciendo realidad aquello de: “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, esta conducta a la larga termina mal, produciendo intranquilidad y desánimo entre los hermanos. Como dijimos al principio, la sal y la luz hablan de influencia, por eso la conducta del líder cristiano, debe ser ajustada a la Escrituras produciendo así un impacto en la iglesia y en la sociedad.

Finalmente, el tomar decisiones con criterio bíblico es un factor central en esta tarea de influenciar. Pensar que la Biblia es simplemente una enumeración de reglas es un error, por el contrario en ella encontramos principios que nos enseñan como debemos ser y hacer.

Todos los días y a cada momento nos hallamos frente a la toma decisiones (laborales, familiares, eclesiásticas), algunas cruciales otras tal vez sin mayor trascendencia, pero en todos los casos deben ser tomadas en forma correcta, ya que uno nunca sabe hasta donde llegan las consecuencias de nuestras acciones.

Un ejemplo muy ilustrativo es el tema de los cambios. En el presente vivimos un tiempo de renovación, el mundo cambia con absoluta rapidez, y la iglesia que no es de este mundo pero que vive aquí, muchas veces se ve arrastrada por esta situación. Mucho se escucha decir que es necesario hacer cambios, y en un sentido esto es muy cierto ya que debemos llevar el evangelio a una sociedad compleja e inquieta, pero no es menos cierto que se están tomando decisiones que poco ayudan al objetivo de predicar el evangelio a toda criatura. Podemos ver tres errores comunes que se están dando y de los cuales deberíamos estar advertidos: 1) Cambiar por el mero hecho de cambiar, pensar que lo viejo por ser viejo no sirve mas, 2) Cambiar confundiendo métodos con doctrina, muchos desaciertos se están llevando adelante, y 3) Cambiar sin evaluar que un cambio necesariamente lleva a otro, siendo después muy difícil remontar un error.

¿Qué nos ayuda a tener criterio bíblico? Recordamos las palabras del Señor Jesús refiriéndose al Espíritu Santo: “él os guiará a toda verdad” (Juan 16:13). El Espíritu es el agente revelador de las Escrituras (2ª Pedro 1:21), y en la actualidad cumple un ministerio importante iluminando nuestra mente llevándonos hacia la verdad de Dios. La obra del Espíritu es importante, pero no menos la presencia de la Palabra de Dios, Pablo a los Colosenses les dice que la “palabra de Cristo more en abundancia” en cada uno de nosotros, con un propósito bien definido “enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría” (Col. 3:16). Tenemos un buen criterio para tomar decisiones, cuando la enseñanza, el ejemplo y la sabiduría de Cristo se hacen patente en nuestra vida.

Por último, pensamos que la iglesia está llamada a ser una buena influencia, no a esconderse, sino a manifestarse con toda claridad en este mundo de tinieblas, pero para que esto suceda, los líderes de la iglesia en primer lugar debe ser ellos sal y luz, dejando una impronta que sea seguida por el resto de la congregación. ¡Hermanos Dios nos bendiga en tan desafiante pero hermosa tarea!

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